Un mal dormir aumenta el riesgo de enfermedades crónicas y acorta la vida
Más de un tercio de la población sufre alteraciones del sueño:
La reducción de las horas de reposo, debido a trastornos como el insomnio o los ronquidos, deja a la persona en un estado semejante a la embriaguez. Especialistas entregan consejos y estrategias para que el descanso nocturno mejore su calidad y se prolongue por el tiempo que requiere el organismo. Cristián González y Paula Leighton Aunque el sueño ocupa un tercio de nuestra vida, en a lo menos tres de cada diez personas puede volverse una experiencia ingrata. Se estima que el 40% de las mujeres y el 30% de los hombres sufren alguna alteración del sueño en algún momento de su vida. Sin embargo, no todos consultan. "Es un problema subvalorado y en el que hay mucho subdiagnóstico. Además, el mismo paciente piensa que no tiene mucha importancia", lamenta la doctora Perla David, neuróloga y académica de la U. de Chile, una de las editoras del libro "Medicina del Sueño" (Editorial Mediterráneo). La publicación, lanzada la semana pasada, es una de las más completas sobre el tema en castellano y en su redacción participaron expertos de toda Latinoamérica. Trastornos A juicio de la especialista, debido al ritmo social y laboral cada vez más acelerado, es común que algunas personas resten horas de descanso para cumplir con un mayor número de tareas, obteniendo como resultado jornadas diurnas de mala calidad, cambios de humor, dolor de cabeza y trastornos de concentración y memoria. Otros efectos son baja en las defensas del organismo, problemas cardíacos y cerebrovasculares, envejecimiento prematuro y accidentes. Un estudio de la Universidad de Helsinki (Finlandia) indica que cuando se reducen los períodos de sueño en 1,2 a 1,5 horas en una sola noche, la alerta diurna se reduce en casi un 32%. Eso equivaldría, según los investigadores, a tener una embriaguez grado uno. Expertos entregan recomendaciones para abordar los fenómenos más frecuentes que ocurren durante el sueño. TIEMPOS De 13 a 20 horas diarias puede dormir un niño antes de los dos años. A partir de los 4, de 10 a 12 horas. En la pubertad, el tiempo de sueño oscila entre 8 y 10 horas.. Los adultos requieren de 5 a 9 horas. Para volver a cerrar los ojos hay que reprogramarse Las 2:40 am, las 3:18, las 4:07 y el sueño no logra conciliarse de nuevo. El insomnio es el trastorno del sueño más común. Puede ser transitorio (algunos días) o de corta duración (dos a tres semanas), lo que se asocia a un factor de estrés puntual. Pero cuando la dificultad para dormir o el sueño de pobre calidad dura más de un mes, es insomnio crónico. La persona puede tener dificultades para quedarse dormida, para mantener el sueño o despertar dos a tres horas antes de lo deseado. "En el insomnio crónico cambia la neuroquímica del cerebro. La persona comienza a estresarse pensando en que no va a poder dormir, eso aumenta la secreción de adrenalina, que es un estimulante, y bloquea el patrón normal de sueño a nivel cerebral", dice el doctor Irshaad Ebrahim, neuropsiquiatra y director de la red internacional SleepCentre, quien está en Chile invitado por el Centro del Sueño de Santiago, que conforma esta red. El médico agrega que en los insomnes crónicos "el cerebro automáticamente empieza a crear adrenalina en el momento en que quieren dormir y, a la vez, se reduce la producción de serotonina". Este último es un neurotransmisor involucrado en el control del apetito, el sueño, la memoria y el estado de ánimo, entre otras variables. "Si hay déficit de serotonina, la persona tendrá síntomas de depresión y ansiedad". Antes de tratar el insomnio hay que descartar que haya alguna patología que lo cause. El tratamiento incluye manejo farmacológico y cambio de hábitos, como que el paciente se vaya a acostar sólo cuando siente sueño, que no haga ejercicio después de las 18:30 horas y que no consuma comidas pesadas y alimentos estimulantes antes de dormir. Además, algunos especialistas suman manejo cognitivo, para lograr que la persona reduzca la ansiedad que le produce la idea de volver a desvelarse. Según el doctor Ebrahim, con una intervención cognitivo-conductual de 12 semanas, los fármacos se logran reducir gradualmente. Edad no influye en buen reposo Mal dormir y vejez parecen ir de la mano. Así se pensaba, porque con los años disminuye la cantidad de horas y las fases de sueño más reparador. Sin embargo, nuevos estudios muestran lo contrario: la estructura del sueño no cambia tanto pasado los 60 años y un mal dormir no se debe a la vejez en sí, sino a enfermedades o a los fármacos para tratarlas. "Basta fijarse en adultos mayores que son saludables: ellos rara vez tienen problemas de sueño", añade la doctora Perla David. Según un reportaje de "The New York Times", 65 estudios -en más de 3.500 personas entre los 5 y los 102 años-, sobre cómo evolucionan los patrones de sueño en la gente saludable cuando envejece, concluyen que la mayoría de los cambios en estos patrones ocurren entre los 20 y los 60 años, y no después. Si bien, comparados con adolescentes, la gente de mayor edad duerme entre media hora y una hora menos cada noche, tienen despertares nocturnos más seguidos y un sueño más ligero, después de los 60 hay pocos cambios en el sueño, al menos en gente sana. "Estas personas pueden dormir el 95% de la noche", dice el reportaje. Las pistas que dan las pesadillas Contrario a lo que podría creerse, la mayoría de los sueños que tenemos son malos: casi el 75% de las emociones descritas son negativas. Al menos, de las que recuerda la gente. Estudios han demostrado que la frecuencia de las pesadillas varía según la edad: en los preescolares son escasas, pero alrededor del 25% de los niños entre 5 y 12 años despiertan asustados al menos una vez por semana. El número de pesadillas aumenta en la adolescencia y alcanza el máximo en los adultos jóvenes: después de los 50 años una persona tiene tres veces menos pesadillas que alguien de 25. Pero independiente de la edad, las mujeres son más propensas a pasar una mala noche; un hecho que estaría vinculado con los mayores porcentajes de ansiedad y trastornos del ánimo en el sexo femenino. Los investigadores afirman que las pesadillas permiten explicar las razones más profundas de por qué soñamos. En un artículo publicado en la revista "Psychological Bulletin", los psicólogos Ross Levin y Tore Nielsen plantean que soñar sirve para crear lo que denominan "recuerdos de la extinción del miedo", recurso al que recurre el cerebro para desechar los malos recuerdos. Ronquidos no permiten descansar Sonoros ronquidos que cada cierto rato se interrumpen por un abrupto silencio antes de recomenzar, son la señal más clara de un síndrome de apnea/hipopnea obstructiva del sueño (SAHOS), un cuadro de ronquido severo que se diagnostica cuando en una hora de sueño la persona experimenta al menos cinco apneas o esfuerzos respiratorios que duran un mínimo de 10 segundos. Estas pausas respiratorias se deben a un colapso parcial o completo de la faringe, lo que impide el ingreso de aire a los pulmones. El doctor Luis Larrateguy dice en el libro "Medicina del Sueño" que "estas pausas terminan con un ronquido o queja, movimientos anormales y un microdespertar" e impiden un sueño reparador. El costo se paga a lo largo del día: "Hay una hipersomnia o excesivo sueño diurno, por lo que se reduce el rendimiento laboral y hay mayor riesgo de accidentes", explica el doctor Sergio Lobos, especialista en trastornos del sueño de Integramédica. El médico agrega que "a largo plazo el paciente tiene un riesgo aumentado de hipertensión, accidentes cerebrovasculares, arritmias e, incluso, muerte súbita". También existe mayor riesgo de resistencia a la insulina, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y accidentes de tránsito. Dado que el SAHOS es muy frecuente en personas obesas, la primera intervención consiste en la baja de peso. Una solución es el CPAP, un dispositivo que envía un flujo de aire a través de una mascarilla al paciente. Turnos de noche afectan al cuerpo Hospitales, transporte de carga y pasajeros, industria manufacturera, policía y servicios de emergencia son sólo algunas áreas que cuentan de forma permanente con personal que trabaja de noche y duerme de día. "Mantenerse en vigilia va en contra de la fisiología, que durante la noche cambia la regulación de la temperatura y la secreción de ciertas hormonas, entre otras cosas", dice Paulina Hernández, ergónoma de la Mutual de Seguridad. Por eso, además de generar energía para trabajar, el organismo debe esforzarse en compensar las deficiencias. Esto tiene un costo. El trabajo nocturno sostenido se ha asociado a aumento de peso, desórdenes gastrointestinales, enfermedad cardiovascular y fatiga. Además, puede interferir con la acción de ciertos medicamentos, eleva el riesgo de accidentes laborales por una reducción de la alerta y sube la incidencia de conflictos familiares. Otra secuela es la alteración en la duración del sueño. Los trabajadores nocturnos duermen menos y peor que los que tienen jornadas normales, lo que impacta sobre su capacidad de alerta. El doctor Irshaad Ebrahim recomienda que una vez terminado el turno, el trabajador use lentes oscuros o evite exponerse a la luz de día, porque ésta bloquea la secreción de melatonina, hormona que ayuda a conciliar el sueño. En algunos casos se aconseja consumir melatonina una hora antes de dormir al regreso del turno nocturno, para ayudar a inducir el sueño. Fonte: /diario.elmercurio.com |