Dormir, ese sueño inalcanzable



Tres de cada diez españoles no descansan lo suficiente. El ritmo de vida moderno hace que nos acostemos con el cerebro aún a toda máquina. Según los expertos, hemos desaprendido a dormir. Pero se nos puede reeducar.

El sueño ha entrado en el santuario del lujo. Es escaso, caro. Inalcanzable. Y no se trata de otra afirmación exagerada. El psicólogo Arthur Spielman, codirector del Centro de Investigación del Sueño del Hospital Metodista de Nueva York, lo dijo de un modo muy gráfico: “El sueño es el nuevo sexo”. Sus palabras rebotaron inmediatamente en los medios de comunicación y sus colegas lo llamaron “amarillo”, pero el experto argumentó su teoría: “La gente quiere dormir y no lo consigue; además, hay muchos dispuestos a pagar lo que haga falta por una noche de buen sueño”. Caso cerrado. Las coincidencias con el sexo son muchas y demasiado obvias.

Dormimos menos que nunca. El consenso general es que necesitamos dormir unas ocho horas cada noche. “Podríamos sobrevivir más tiempo sin comer que sin dormir”, apunta el doctor Nicolás González, neumólogo de la Unidad del Sueño de la Fundación Jiménez Díaz. “Para estar al 100% al día siguiente necesitamos un sueño reparador y de calidad. Esto quiere decir pasar tiempo suficiente en fase REM y tener pocos despertares durante la noche”, explica. El ritmo de la vida moderna hace que pongamos la cabeza en la almohada todavía con el cerebro a toda máquina. Los especialistas recomiendan que seis horas antes de dormir cambiemos a una rutina más relajada. Algo difícil de llevar a la práctica. Muchos prefieren pasarlo por la vía exprés: un pastillazo y hasta el día siguiente. Esto pasa factura. A veces a largo plazo, si dicha pastilla crea adicción, y otras veces 24 horas después, porque muchos de estos medicamentos tienen efectos residuales que se traducen en una sensación de resaca.

Tres de cada 10 españoles duermen menos de seis horas, según recoge el informe La hora de Europa, la hora de España, de la Fundación Independiente. No somos los únicos. Todo el mundo parece estar adquiriendo hábitos noctámbulos. La consultora ACNielsen lo comprobó en un estudio con 15.000 personas de todos los continentes. Cerca del 37% dijo que se iba a la cama más allá de la medianoche, y el 28% solía estar despierto pasada la una de la madrugada. Portugueses, españoles e italianos, los primeros del ranking. En muchos países de Europa, Asia y Estados Unidos existe la opción de ir de compras o machacarse en el gimnasio las 24 horas de los siete días de la semana. El mundo globalizado tampoco ayuda a quedarse dormido. Siempre hay más de un buen motivo para quedarse despierto.

A principios de este mes, un grupo de personas llegó al hotel Hospes Maricel de Mallorca con un objetivo común. Son gente ocupada: ejecutivos, científicos y profesionales de los medios de comunicación. Son peregrinos del sueño y su misión es aprender a dormir. El doctor Eduard Estivill, conocido por su método para meter a los niños en la cama sin dramas, estaba al cargo. “Pasaron una cura de sueño sin usar fármacos, les enseñamos a conseguir un sueño de calidad mediante una alimentación adecuada, practicando la desconexión mental y la relajación física”. He aquí lo que no hay que hacer si uno quiere dormir a pierna suelta, según el doctor Estivill: “Llevarnos problemas a la cama; hacer la lista de cosas que tenemos pendientes para el día siguiente antes de dormir; hacer ejercicio intenso a últimas horas de la noche; estar conectado al ordenador hasta el minuto antes de apagar la luz”.

El hábito cada vez más extendido de meternos en la cama con el portátil nos sobreestimula y confunde a la melatonina, la hormona encargada de prepararnos para dormir. “La exposición de la retina a corta distancia a una fuente luminosa importante como puede ser la pantalla de un ordenador reduce la secreción de melatonina, que no recupera sus niveles normales hasta casi dos horas después. Para que se segregue esta hormona necesitamos prácticamente oscuridad total, como máximo una pequeña lámpara con luz indirecta”, explica el doctor García-Borreguero.

Todos sabemos cómo es el día después de una noche en blanco. En el Instituto de Investigaciones del Sueño que dirige el doctor García-Borreguero han probado a privar del sueño a mamíferos de experimentación y han extrapolado los resultados a humanos. Se sabe, por ejemplo, que cuando la falta de sueño es severa el sujeto se va durmiendo por las esquinas. Los científicos los llaman microsueños y tienen un efecto reparador. Se sospecha que el déficit prolongado de sueño podría ser un factor de riesgo de diabetes, hipertensión arterial y enfermedades neurodegenerativas. Algunos estudios han observado una mayor propensión a la infección y a los resfriados en las personas con insomnio. “Ya sabemos cuáles son los efectos de dormir mal en la calidad de vida inmediata. Estamos investigando si la falta de sueño tiene algo que ver con la predisposición que desarrollan algunas personas a ciertas enfermedades 20 años más tarde. Creemos que sí, pero hay que demostrarlo”, comenta el doctor. Una encuesta patrocinada por la cadena Westin Hotels & Resorts preguntó a 12.500 de sus clientes frecuentes por la factura que les pasaba una mala noche. El 29% respondió que probablemente tuvieran una discusión con el jefe y otro 25% apostó que con la pareja. Por cierto, entre los encuestados, un 51% escogió una noche de sueño perfecto frente a una de buen sexo.

Fuente: www.elpais.com





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