Los riesgos del mal dormir



Estudios muy rigurosos (incluido el multitudinario y prestigioso “Estudio de las enfermeras”, de la universidad norteamericana de Harvard) han demostrado que la falta de sueño aumenta el riesgo de diabetes del tipo 2, enfermedad cardiovascular, cáncer de mama y colon, e incluso obesidad y depresión. “La gente no comprende hasta qué punto la falta de sueño o el sueño de mala calidad se está cobrando su precio en salud”, explica el dr. García Borreguero, director del Instituto de Investigaciones del Sueño de Madrid. “Últimamente hay una avalancha de estudios que revelan una estrecha asociación entre el déficit de descanso nocturno y enfermedades que no se asociaban a esta causa”, confirma. Si nos habíamos hecho a la idea de que podíamos prescindir de horas de sueño impunemente, la ciencia se empeña en demostrar lo contrario. La conclusión más clara de los nuevos estudios es que, si no dormimos lo suficiente o si permanecemos despiertos hasta muy tarde por la noche, alteramos nuestro reloj interno... y todas las funciones reguladas por él (prácticamente todas las funciones fisiológicas). ¿Qué significa eso? Según los científicos, “es la demostración de que la falta de sueño es una situación anómala para el organismo y que no hay nada en nuestra biología que nos ayude a adaptarnos a ella”.

Siete horas al día

¿Y cuántas horas tenemos que dormir para que no haya déficit de sueño? “Varía de una persona a otra, pero la mayoría necesita dormir entre siete y nueve horas”, responde el doctor. “De hecho, se sabe que el riesgo de ataque cardiaco comienza a aumentar significativamente con menos de seis o siete horas de sueño al día. Sabíamos que trastornos como la apnea del sueño o la narcolepsia pueden aumentar el riesgo de problemas, pero se ha demostrado que, incluso en personas sanas, la falta de sueño puede poner en peligro la salud. Hay una larga lista de estudios que demuestran que quienes menos duermen –independientemente de que tengan o no trastornos del sueño– tienen mayor riesgo de muerte por cualquier causa que el resto”.

Aunque la ciencia apenas está empezando a comprender las consecuencias de la falta de sueño, está comprobado que su déficit nos pone en un estado de “alta alerta” que dispara la producción de hormonas del estrés (como el cortisol) y aumenta la presión arterial, importante factor de riesgo de ataques cardiacos e ictus. Pero, además, la falta de sueño se asocia con niveles elevados de sustancias que indican “inflamación crónica de bajo grado” en el organismo, que es también un factor de riesgo de ataque cardiaco, ictus, cáncer y diabetes del tipo 2, entre otras enfermedades.

¿Y cómo actúa la inflamación silenciosa crónica? “Deteriora el interior de las arterias, lo cual aumenta el riesgo cardiovascular, que predispone a la resistencia a la insulina, antesala de la diabetes, y menoscaba la respuesta inmunológica, lo que favorece la aparición y desarrollo del cáncer e incluso de enfermedades virales”, explica el especialista. “Hay un dato revelador: las personas que duermen lo suficiente tienen un 550% menos de riesgo de contraer una infección vírica”. Pero volver a dormir lo suficiente podría prevenir esos problemas. Varias investigaciones indican que recuperar buenos patrones de sueño puede incluso ayudar a reducir los niveles de azúcar en sangre. “Lo mismo puede decirse respecto a la hipertensión. Y tratar los trastornos del sueño puede reducir o eliminar la necesidad de antihipertensivos”, dice el doctor.

Turnos nocturnos

Si hablamos de sueño, tenemos que hablar de melatonina, esa hormona que producimos en situación de oscuridad y que parece implicada en múltiples funciones orgánicas. “Sabemos que la gente que trabaja por la noche tiene mayor riesgo de cáncer de colon y de mama, y una explicación es que la exposición nocturna a la luz reduce los niveles de melatonina en el organismo”, aclara el dr. García Borreguero. “Se cree que la melatonina protege frente al cáncer porque influye en los niveles de otras hormonas y proteínas implicadas en el sistema inmunológico. Varios estudios de Harvard lo corroboran: si te expones a la luz en horas nocturnas (porque te acuestas tarde o te levantas a menudo) producirás menos melatonina y aumentará tu riesgo de cáncer”.

Más apetito

Otra relación comprobada es la de la falta de sueño y el riesgo de obesidad. Un análisis de 700 estudios realizados en diferentes países revela que quienes duermen poco (niños y adultos) tienen mayor riesgo de obesidad y que los obesos duermen menos y peor que las personas en su peso. Investigaciones anteriores ya habían comprobado que la falta de sueño altera los niveles de las hormonas que regulan la saciedad (la ghrelina y la leptina), lo que se traduce en un aumento del apetito –con un ansia por los carbohidratos refinados– y en mayor riesgo de sufrir obesidad. “El último estudio, de hace pocas semanas, va más lejos –aclara el especialista–. Al parecer, hay una mutación genética implicada en el control de los niveles de melatonina que también está relacionada con mayor riesgo de diabetes del tipo 2. Eso puede significar que la incapacidad para mantener a raya los niveles de azúcar en sangre podría estar relacionada con ritmos circadianos (de 24 horas) anormales. Apenas estamos empezando a comprender los misterios del sueño, pero ya hemos aprendido una lección: prevenir o tratar los problemas que conducen a la falta de sueño es una de las mejores cosas que podemos hacer por nuestra salud”.



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