La vida de un ser humano gira alrededor a unas relaciones fundamentales e imprescindibles: salud/enfermedad y bienestar/malestar.
A menudo confundimos estas dos realidades que en cambio son distintas y son relacionadas, una a un proceso de equilibrio de nuestro ambiente interno, o sea de nuestro organismo y de sus funciones, y la otra a la capacidad de relacionarnos de la forma correcta con el ambiente exterior, donde se desarrolla nuestra vida.
Dicho esto, podemos afirmar que las dos prioridades fundamentales para cada uno de nosotros son la supervivencia y la procreación. Toda nuestra existencia rueda alrededor a la relación entre estas dos funciones esenciales, de las que dependen nuestros ritmos diarios y la elección de hábitos y comportamientos necesarios para asegurar su correcta gestión.
Problemas que conciernen la supervivencia nos llevan a enfermarnos y morir, mientras sin la procreación nos extinguiríamos; pero este último tema resulta sin duda segundario en respeto al ancestral problema de la enfermedad y del malestar.
Parece entonces evidente que nuestra necesidad primaria como ser humano es la supervivencia en sus tres formas de salud (condición física), bienestar (condición mental) e integración (condición ambiental). La procreación es fisiológicamente segundaria y con ella también la sexualidad a este relacionada, no obstante lo que estamos acostumbrados a pensar, y se arrincona en condiciones de alarma o estrés; si la condición de alarma y de estrés persiste durante un tiempo largo se llega a un estado de agotamiento que no nos permite de interactuar con el ambiente externo, dejándonos como única opción la de cerrarnos hasta el aislamiento (“cáscara de calcio” celular). Llegado este punto se pueden manifestar síntomas hasta las patologías francas y/o incomodidades, miedos, ansiedades, depresiones, sentido de fracaso y varias formas de dependencia necesarias para colmar nuestros vacíos debido a la gran fatiga para sobrevivir.
Todas estas condiciones tienes a la base un problema relacionado con la supervivencia, una necesidad que no ha sido reconocida, una seria de hábitos equivocados, un estilo de vida no idóneo a nuestra estructura.
Podemos decir entonces que el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación a las situaciones y a las condiciones diferentes. Cuando estamos bajo situaciones o condiciones donde no conseguimos o no podemos adaptarnos, entramos en el mundo del estrés.
Resumiendo podemos decir que un adaptación positiva nos trae: 1. capacidad de enfrentarnos a los eventos estresantes, tanto físicos como emocionales; 2. una relación equilibrada con el ambiente; 3. optimismo.
Una adaptación negativa provoca: 1. desequilibrios; 2. incomodidad; 3. síntomas, o sea todo lo que comúnmente se le llama estrés.
Las primeras señales de estrés son el cansancio y los trastornos del sueño.
Es importante definir que la relación orgánica al estrés es completamente mediada por es sistema hormonal, principal artífice de las síndromes da adaptación.
El estrés produce reacciones tanto físicas como mentales. El cansancio y los trastornos del sueño, junto con la ansiedad y la fatiga que generan, dependen del desequilibro de moduladores químicos presentes en el cerebro. Cuando las condiciones de estrés perduran, nos predisponemos a la manifestación de daños físicos.
Hemos dicho que nuestro equilibrio psico-físico depende de la correcta relación entre mediadores químicos presentes en el cerebro, la seratonina, la adrenalina y la dopamina.
La seratonina es un importante regulador de ritmos orgánicos, siendo de hecho una sustancia antidepresiva. En parte se convierte en melatonina y, junto con esta hormona, forma un sistema antiestrés formidable. Cuando estas dos sustancias no son sinérgicas, aparecen trastornos del sueño y los primeros síntomas de desequilibrio físico y mental (ansiedad, taquicardia, sensación de alarma, depresión, disturbios intestinales, etc.).
De la adrenalina depende nuestro nivel de energía física. De la adrenalina depende toda nuestra “carga”, el sentirse fuertes y capaces de enfrentarse a situaciones de cada tipo. La adrenalina cerebral está relacionada con la adrenalina producida por las glándulas subrenales, glándulas importantes que actúan junto con la tiroides y el páncreas, controlan todas las funcione viscerales fundamentales de nuestro organismo. Entonces un desequilibrio de la adrenalina corresponde a una escasa producción de energía, cansancio, escaso funcionamiento del sistema inmunitario y desequilibrios de las funciones orgánicas.
En fin, la dopamina es importante para la regulación del umbral del dolor y del sentido del placer, responsables principales de nuestras alegrías y penas.
Resulta entonces claro que en el estrés crónico, cansancio, fatiga y debilitamiento general pueden tomar ventaja y crear situaciones sintomáticas que poco a poco se complican cada vez más, hasta la manifestación de patologías francas.
Llegado este punto no queda mas remedio que volver al origen, buscando las causas que por primeras han generado cansancio, fatiga y trastornos del sueño.
La melatonina, en este proceso, representa un suporte de lo mas eficaces para ayudar en reestablecer los normales ritmos mentales y, consecuentemente, físicos, reestableciendo de forma natural el equilibrio de relación entre los moduladores cerebrales y velocizando notablemente la acción de las varia intervenciones terapéuticas, incluido las farmacológicas.